No tengas
miedo de las palabras, ten miedo de las acciones, le dijo y se levanto de la
mesa. Y esa fue la última vez que lo vio.
Su ex novio, el amor de su vida, tenía esta horrible
tendencia de no entenderla. Al principio, ella no notó nada de esto. Estaba enamorada.
Tan enamorada que no pudo creer que hubiera podido llegar a ser tan feliz. El nunca
compartió sus creencias y opiniones. El feminismo era una tontería que pensaron
mujeres feas, decía él. Ella siempre le preguntaba si la encontraba fea, y el
siempre se reía y la abrazaba. Y así, ella olvidaba el desacuerdo y se perdía
en sus caricias, en sus ojos. Lo único que quería era soñar con sus ojos,
besarle los labios, despertar a su lado.
Pero todas las historias felices se acaban. Un día
algo horrible le sucedió: la atacaron. Y eso sucedió en un ambiente normal y
seguro, su trabajo. Se sentía fatal, quisiera morir. Y pensó que su novio, el
amor de su vida, podía ayudarla a olvidar. Por eso compartió esa experiencia
traumática con él. Él no le dijo nada, solamente la miró. Él abrazo a la mujer
y ella lloró. Y después, hizo un error abominable: la pregunto si hubo hecho
algo para provocarlos. Solamente lo miró decepcionada. No tenía fuerzas para
explicarle que las cosas no funcionaron así, que si eres mujer, no tienes que
hacer algo sino existir para tener que soportar maltratamiento psicológico o
físico. Eso fue su primer error, no dijo
nada para defenderse o defender a su sexo.
Así pasaron los días, dejaron este acontecimiento
repugnante en el pasado. Especialmente el amor de su vida, su novio no podía ni
oír hablar de esos temas. Le enojaban las basuras feministas. La situación
según él era muy fácil: uno tiene que tener cuidado, y eso es.
Ella, por otra parte, tenía mucho amor y mucha
paciencia y ternura. No se enfadaba. No pedía nada. Sin embargo, la feminista que
guardaba a dentro no estaba de acuerdo con su comportamiento. Y un día hizo
explosión. No podía soportarle más porque él tenía la audacia de burlarse de
otra víctima. Le permitía ofenderla pero no podía dejarle hacer lo mismo con
sus hermanas. No habría podido a soportar a sí misma, si no hiciera nada.
Entonces, gritó y le respondió en voz alta: no
tengas miedo de las palabras cariño, son solamente palabras. Hieren pero lo que
hiere más es lo que describen. Lo que hiere más es que tú no aceptaste que soy
víctima, que no aceptaste que no tengo culpa ninguna de lo que me sucedió, que
no puedes entender cuanto me duele, que no puedes entender que necesitaba tu
apoyo y tu no me lo diste.
Con mucha dignidad y con calma recupero su vida y su
amor propio.
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