Leí este libro hace muchos meses, pero solamente
ahora puedo escribir algo sobre mi experiencia. La escritura de Juan José
Millás es especial y diferente. Me encanta su estilo claro y sus imágenes interesantes.
Se nota que Millás es periodista por su sintaxis. Opta por escribir frases
claras y sencillas y esa sensatez, un característico muy común entre los periodistas
buenos, me encanta.
Sin embargo, su libro es raro. Es tan raro que me
hizo sugerir que es un poco autobiográfico. El protagonista es un hombre
inteligente, educado y maduro, más o menos como Millás. Y ese hombre, un
profesor de economía puede ver unos hombrecillos vestidos de traje gris
viviendo en su casa, saliendo de sus bolsillos, comiendo las sobras en su
cocina. Su apariencia hizo que la vida cotidiana del profesor fuera muy diferente
y a veces perturbada. Un día, los hombrecillos ofrecieron al profesor su propio
hombrecillo, así que él vivió por algunos días una vida doble.
En consecuencia, el protagonista tenía una duplicada
y diferente perspectiva de la vida, la del hombrecillo y su perspectiva propia.
El hombrecillo necesitaba vivir una vida de vicios, pedía que su versión grande
fumara, violara hasta que matara. El profesor al principio hace todo que el
hombrecillo pide porque le encanta la vida sexual de los hombrecillos, pero
empieza tener miedo de los deseos de su miniatura.
Parece que es una historia de introspección que ha
resultado en la derrota de los hombrecillos, y sus deseos incesantes. No niego
que es una historia muy personal y también quizás sería mejor que la leyeran
personas mayores con experiencias similares. Por mucho que me gustó su
escritura, no volvería leer “Lo que sé de los hombrecillos”. A veces sus
imágenes eran crudas, a veces me sorprendía tanto que no me podía creer que
alguien pudiera desear una experiencia tan pervertida.
No obstante, no puedo olvidar el humor proprio de
Millás cómo su moral del final: el profesor se libra de la tiranía de los hombrecillos
y reconoce que hay más en la vida que las matanzas y los vicios. Y cómo he leído
por internet, el profesor entiende algo muy importante: que no es necesario
matar o violar para llegar al fondo pestilente de la condición humana, ya que
existen pequeños actos cotidianos donde la crueldad y la violencia se
manifiestan.
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