Acabo de leer La Casa de los espíritus de Isabel
Allende. Es un libro maravilloso, lleno de fantasía e imágenes de un mundo
diferente paralelo a lo nuestro, con baúles mágicos y espíritus benévolos, sino
también con cosas más cotidianas como luchas sociales y dictaduras tiránicas.
Como todos los
libros buenos, me ha hecho pensar. Y he pensado mucho sobre la naturaleza de la
opresión. La protagonista, Alba, fue detenida por sus ideas políticas y la
ayuda que ofreció a gente perseguida por la Junta.
Cuando estaba en la
cárcel, Alba fue encerrada en un sitio que se llamaba “la perrera”. Allí no
entraba ni luz ni aire, no podía moverse, ni siquiera sentarse. Pero los
espíritus y particularmente su abuela Clara, clarividente, la ayudaron a
sobrevivir. Le aconsejaron escribir todo en su mente, y después, cuando tuviera
papel y lápiz a escribir todo para que no se le escapara de la memoria.
Siento, que a
veces, nosotros estamos en la perrera, en la época de la crisis. Sin embargo,
nuestra perrera es mucho distinta de la de Alba. No podemos movernos pero no
nos damos cuenta de nuestra situación porque la dictadura que nos oprime es muy
insidiosa. De hecho, estamos prisioneros de los capitalistas, de los gobiernos,
de los banqueros, del sistema y de un montón de ineptos, pero, no podemos
entender que esa situación nos está contaminando la vida y nos está privando de
nuestra libertad.
La perrera
inadvertida es peligrosísima. No nos damos cuenta de la situación y por eso no
podemos resistir. Y no tenemos miedo, o mejor dicho, no tenemos lo suficiente
miedo para enfrentar la dictadura del dinero.
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