The real red shoes

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Κυριακή 16 Νοεμβρίου 2014

El miedo de las palabras

 No tengas miedo de las palabras, ten miedo de las acciones, le dijo y se levanto de la mesa. Y esa fue la última vez que lo vio. 


Su ex novio, el amor de su vida, tenía esta horrible tendencia de no entenderla. Al principio, ella no notó nada de esto. Estaba enamorada. Tan enamorada que no pudo creer que hubiera podido llegar a ser tan feliz. El nunca compartió sus creencias y opiniones. El feminismo era una tontería que pensaron mujeres feas, decía él. Ella siempre le preguntaba si la encontraba fea, y el siempre se reía y la abrazaba. Y así, ella olvidaba el desacuerdo y se perdía en sus caricias, en sus ojos. Lo único que quería era soñar con sus ojos, besarle los labios, despertar a su lado. 

Pero todas las historias felices se acaban. Un día algo horrible le sucedió: la atacaron. Y eso sucedió en un ambiente normal y seguro, su trabajo. Se sentía fatal, quisiera morir. Y pensó que su novio, el amor de su vida, podía ayudarla a olvidar. Por eso compartió esa experiencia traumática con él. Él no le dijo nada, solamente la miró. Él abrazo a la mujer y ella lloró. Y después, hizo un error abominable: la pregunto si hubo hecho algo para provocarlos. Solamente lo miró decepcionada. No tenía fuerzas para explicarle que las cosas no funcionaron así, que si eres mujer, no tienes que hacer algo sino existir para tener que soportar maltratamiento psicológico o físico. Eso fue su primer error,  no dijo nada para defenderse o defender a su sexo. 



Así pasaron los días, dejaron este acontecimiento repugnante en el pasado. Especialmente el amor de su vida, su novio no podía ni oír hablar de esos temas. Le enojaban las basuras feministas. La situación según él era muy fácil: uno tiene que tener cuidado, y eso es. 

Ella, por otra parte, tenía mucho amor y mucha paciencia y ternura. No se enfadaba. No pedía nada. Sin embargo, la feminista que guardaba a dentro no estaba de acuerdo con su comportamiento. Y un día hizo explosión. No podía soportarle más porque él tenía la audacia de burlarse de otra víctima. Le permitía ofenderla pero no podía dejarle hacer lo mismo con sus hermanas. No habría podido a  soportar a sí misma, si no hiciera nada.
 Entonces, gritó y le respondió en voz alta: no tengas miedo de las palabras cariño, son solamente palabras. Hieren pero lo que hiere más es lo que describen. Lo que hiere más es que tú no aceptaste que soy víctima, que no aceptaste que no tengo culpa ninguna de lo que me sucedió, que no puedes entender cuanto me duele, que no puedes entender que necesitaba tu apoyo y tu  no me lo diste. 

Con mucha dignidad y con calma recupero su vida y su amor propio.


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